Hay evidencias fósiles en el Museo Arqueológico de Sevilla
de haberse localizado en las proximidades de Tomares un diente de tiburón de unos 17 cms. (en la imagen) De altura entre otros restos fósiles. No cabe duda que nos
referimos a finales de la era terciaria, cuando gran parte del valle del
Guadalquivir era un enorme mar abierto al océano.
Hubo que esperar al período cuaternario para asistir a la
colmatación progresiva de sedimentos en el valle y a la formación de terrazas
fluviales en sus márgenes, consecuencia de los cambios climáticos globales en
forma de glaciaciones que provocaron a su vez cambios bruscos en el nivel de
las aguas. Un excelente ejemplo de estas trasgresiones y regresiones marinas la tenemos en la propia cornisa del Aljarafe.
Ya en el II milenio a. C. en la edad del Cobre y Bronce
parece estabilizarse la situación en el río Guadalquivir.
Sobre una colina donde actualmente se encuentra la urbanización Santa Eufemia
se descubrieron en los años setenta del siglo pasado una serie de restos
líticos y cerámicos, en concreto en un “sitio lateral junto a la granja del
Camino Viejo, al lado oriental de la vía férrea del antiguo tren minero de
Aznalcóllar a San Juan de Aznalfarache”.
Estos restos y la aparición de pizarra, muy utilizada para
los enterramientos, nos sugieren la posibilidad de una necrópolis en esta área.
La falta de huesos sólo podría explicarse por la descomposición derivada de la
propia acidez del terreno. En cualquier caso hablaríamos de restos con varios siglos de antelación a la presencia de la civilización tartésica y del tesoro del Carambolo en la vecina Camas.
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